Akira (1988): El colapso de la sociedad moderna
La película de animación Akira (1988), de Katsuhiro Otomo, es uno de los films más importantes en la cultura japonesa, inspirado a raíz de los terribles acontecimientos que tuvieron lugar en la II Guerra Mundial: las bombas atómicas. Circunstancias que marcaron mucho al japón del momento y sus posteriores generaciones, por lo que no es de extrañar que surgieran, de estos eventos importantes, obras literarias y cinematográficas que hoy en día tienen especial valor. Además, teniendo en cuenta que tras la ocupación de los EEUU a Japón fue prohibida cualquier representación y discusión sobre Hiroshima y Nagasaki. Creyendo así que borrarían sus huellas, aunque igualmente ya tuviesen las manos manchadas.
Es importante también a tener en cuenta que, a diferencia de otros trabajos inspirados en el mismo suceso, Akira destaca por su narrativa postapocalíptica. El objetivo de la película no es promover simpatía hacia las víctimas que sufrieron dichos sucesos traumáticos, sino mostrar un futuro posterior a la catástrofe, el cual está caracterizado por el colapso de la sociedad. La corrupción y el vandalismo, seguido de una amarga sensación de desesperanza sobre la vida y el futuro, nada apetecible, es lo que más se nos hace presente en la película. Pero siempre con la finalidad de impactar en la psique de los telespectadores para que, más allá de simpatizar con las víctimas, mantengan una postura crítica ante las circunstancias que rodearon la catástrofe, sobre todo, en lo que hace referencia a la ciencia y el avance tecnológico.
La trama nos transporta a una realidad futurista de un Japón reconstruido, después de que años atrás la bomba psíquica explotara en el centro de la ciudad de Tokyo dando lugar posteriormente a la III Guerra Mundial. Este suceso provocó la destrucción y la división de la ciudad en dos: Old Tokyo y Neo Tokyo, siendo una similitud con la ruptura de la identidad que sufrieron muchos de los japoneses ante los traumáticos acontecimientos de las bombas atómicas. Tokyo, ahora llamada Neo Tokyo tras su reparación, llena de edificios tan altos que prácticamente cubren el cielo, destaca por su avance tecnológico. Por lo que, en un principio, lo podría parecer una ciudad avanzada y levantada majestuosamente desde sus propias cenizas, en realidad, es solo una fachada. Lejos de esta apariencia, dentro de esta ciudad repleta de rascacielos, hay una verdad que oculta una realidad más compleja: destrucción, vandalismo, marginalidad, pobreza, conflictos religiosos, corrupción y un largo etcétera.
Otomo pretende mostrarnos que la humanidad sigue repitiendo los mismos errores: en un principio, la ciencia parecía la salvación pero solo ha conllevado a más desgracia y fracasos para el bien común. Es importante también destacar que, debido a este avance tecnológico, no solo es el ser humano quién ha sufrido las consecuencias sino también el planeta. Los recursos naturales se han consumido en su totalidad, parece como si la belleza del mundo haya desaparecido, y las calles estuvieran inundadas por la contaminación y la oscuridad. Esto es lo que ocurre cuando la tecnología pasa de ser un medio a un fin, cuando se separa la ciencia de la moral, creyendo que ésta última es un obstáculo para el avance de la primera. Es así que se nos muestra una realidad consumida por el poder: beneficio individual, el bien para unos pocos, pasa a ser más importante que el bien común.
En estas trágicas circunstancias, se nos presenta la vida de dos personajes muy importantes de la historia: Shotaro Kaneda y Tetsuo Shima. Ambos son amigos inseparables de la infancia, desde que las crueles circunstancias de la guerra les unieran en un orfanato. Ante la ausencia de sus figuras paternas, los dos protagonistas no tienen más remedio para poder sobrevivir que adaptarse a la sociedad del momento, altamente tecnológica y avanzada pero al mismo tiempo caracterizada por la muerte de la familia y la negligencia de las figuras adultas, que han abandonado su papel como padres para buscar solamente su propio beneficio.
Estas circunstancias llevan a que Kaneda se convierta en el líder de una banda de moteros llamada The Capsule. Acontecimiento que representa la repetición de los escenarios que tuvieron lugar en Japón de las bombas atómicas, como son los Bosozoku. Éstas fueron unas bandas de motocicletas que surgieron en los años 50, como una forma de manifestar el disgusto y resentimiento con la sociedad japonesa, y finalmente devinieron un icono de juventud, violencia, rebelión y delincuencia. Otomo no quiere dejar dudas de que la bomba psíquica es una repetición de la bomba atómica, de igual forma la III Guerra Mundial es una repetición de la segunda, y también que los acontecimientos que se muestran en la película, que tienen lugar en el Japón del siglo XXI, son una repetición también del japón los años 50. La historia se repite, el hombre sigue cometiendo los mismos errores, y el supuesto avance tecnológico es una mentira que nos hace creer que todo progresa, cuando en realidad hace tiempo que estamos estancados.
Siguiendo la trama, Tetsuo también forma parte de esta banda, sobre todo, debido a la unión y la influencia que Kaneda ejerce sobre él. Esto lleva en muchas ocasiones que sea ridiculizado por sus otros compañeros, que le consideran más débil en comparación al líder, su mejor amigo. Sentimientos de inferioridad y envidia van creciendo en su interior, fracturando los lazos que construyeron y rompiendo poco a poco de nuevo con la figura más parecida a una familia que tenía, lo que conduce al mismo tiempo a que sienta mucha soledad. Todos estos sentimientos se retroalimentan y acaban generando en Tetsuo un odio y frustración que se proyecta directamente en la figura de Kaneda cuando, en realidad, éste le ha tratado siempre como un hermano, como su única familia.
La relación entre estos dos personajes se complica cuando Tetsuo, tras un accidente, es captado por el gobierno como nuevo sujeto de prueba para su secreta investigación. Estos malévolos y retorcidos experimentos han dado como resultado a los Espers, niños con increíbles poderes psíquicos. Entre estos, se encontraba Akira, personaje por el cual se le ha dado nombre a la película, que representa un poder tan inmenso que se ha convertido en la bomba psíquica, la misma que años atrás ocasionó la explosión que dio lugar de nuevo a la guerra. Ante el peligro que supone, es inducido a un sueño profundo y enterrado en una bóveda situada debajo del mismo cráter que ocasionó la bomba en el corazón de la ciudad de Tokyo. Varios son los grupos que están interesados en Akira, incluido Tetsuo, aunque son diferentes los objetivos que persiguen: unos quieren utilizarlo como una arma, otros pretenden evitar que ello suceda, algunos creen que representa el cambio hacia una nueva era, etc.
Tetsuo ante la obtención de un poder que parece ilimitado, cree que las circunstancias ahora se han invertido, es decir, que ha pasado de ser el niño débil, a la sombra de Kaneda - el cual lucha para que su amigo no sea consumido por su propio poder - a un ser invencible, como un Dios. Esto es claramente representado en la escena en que Tetsuo se sienta en el trono del estadio olímpico. Al mismo tiempo podemos observar que aún sentado en el trono, aún sentirse un Dios, no hay nadie que le adore como tal, el estadio está vacío. Se encuentra solo y abandonado, pero ya no por las figuras adultas negligentes, sino por su propia vanidad la cual le ha cegado y ha hecho que utilice sus propios poderes para sus propios deseos y beneficio. Tetsuo, corrompido por el poder, se ha convertido también en la repetición de las figuras adultas que lo precedieron.
Es curioso, aunque tampoco arbitrario, que justo en esta escena empiece a perder el control de sus poderes, a desestabilizarse, y a tener miedo de sí mismo. Se ha dado cuenta que no todo es como había pensado hasta ahora. Este poder llega a ser tan grande que acaba escapándose de su control, lo que conduce a más violencia y destrucción, llevándose por delante incluso la vida de quienes amaba, como es su novia Kaori la cual es atrapada en medio del conflicto. Es así que la película nos muestra una escena final de destrucción, terminando de igual forma que ha empezado, cerrando el ciclo. Esto se podría considerar una sutil crítica a la idea de progreso lineal. Es decir, el progreso no existe, la historia es un ciclo constante donde el hombre siempre acaba cometiendo los mismos errores.
Podríamos creer, entonces, que ese es el mensaje del autor en esta obra, pero esto cambia en la escena final cuando parece ser que la bomba, más allá de la destrucción, pretende enseñarnos que la explosión en sí misma no es el final, sino también el inicio de algo. Es decir, una metamorfosis, un Big Bang, en el que se pretende culminar con la repetición, con el ciclo, y tiene lugar otra realidad distinta. Es así que, en la última escena, que tiene lugar la explosión, no se nos intenta mostrar un derramamiento de sangre y horror, o dicho de otra forma, más sufrimiento y desesperanza. Por lo contrario, la escena es inundada por una gran luz que parece transportar a Tetsuo en otra dimensión. En realidad, esta escena representa gráficamente el colapso de la sociedad moderna, ante las guerras más brutales que la humanidad ha sufrido por la propia corrupción de la ciencia y el poder, y la transición de esta hacia la sociedad postmoderna, la cual a pesar de sus imperfecciones, según el autor, también arroja luz y esperanza a la humanidad como nos muestra la película.
Este fue el mensaje final de Otomo y es que, a pesar de todo, hay esperanza. Teniendo en cuenta su análisis, cabría entonces pensar en los hechos que nos muestra el autor en el film y reflexionar si la actualidad sigue siendo una repetición de los errores del pasado. Si sigue el mismo bucle, pero que es camuflado por la misma fachada del progreso, o si, en cambio, ha tenido lugar la metamorfosis de una nueva sociedad. Ésto podría hacernos pensar también sobre si la sociedad ha cambiado, pero si este cambio ha arrojado luz y esperanza en la sociedad, o todo lo contrario. Algunos como Bauman, supongo serían partidarios de ésta última opción, la sociedad postmoderna es una sociedad líquida, sin valores ni referentes, que se desploma sin pilares. Otros, como yo misma, no cree que la sociedad sea perfecta, pero tampoco es tan pesimista como algunos. Al fin y al cabo, me siento rodeado de personas que pretenden luchar por una sociedad más justa, para todos los seres del planeta e incluso el planeta mismo, el cual hemos olvidando hasta no hace mucho. Y eso, aunque pequeño, para mi es esperanza.
Referencias
1) Born of Trauma: Akira and Capitalist Modes of Destruction Thomas Lamarre positions 16:1 Spring 2008
http://www.lamarre-mediaken.com/Site/Animation_Technics_files/BornOfTrauma.pdf
2) Akira: An Analysis of the A-Bomb and Japanese Animation
https://the-artifice.com/akira-analysis
3) 30 años de culto a 'Akira', 30 años desde que el cine cambió para siempre
https://www.eldiario.es/cultura/cine/Akira-anime-cambio-genero-siempre_0_795820980.html
4) Entornos tecnológicos en el discurso del cómic japonés: Akira, Dragon Head y Gantz. Manuel García Pérez Pensamiento al margen. Revista digital. Número especial, 201
https://digitum.um.es/digitum/bitstream/10201/56618/1/Entornos%20tecnol%C3%B3gicos%20en%20el%20discurso.pdf
Referencias
1) Born of Trauma: Akira and Capitalist Modes of Destruction Thomas Lamarre positions 16:1 Spring 2008
http://www.lamarre-mediaken.com/Site/Animation_Technics_files/BornOfTrauma.pdf
2) Akira: An Analysis of the A-Bomb and Japanese Animation
https://the-artifice.com/akira-analysis
3) 30 años de culto a 'Akira', 30 años desde que el cine cambió para siempre
https://www.eldiario.es/cultura/cine/Akira-anime-cambio-genero-siempre_0_795820980.html
4) Entornos tecnológicos en el discurso del cómic japonés: Akira, Dragon Head y Gantz. Manuel García Pérez Pensamiento al margen. Revista digital. Número especial, 201
https://digitum.um.es/digitum/bitstream/10201/56618/1/Entornos%20tecnol%C3%B3gicos%20en%20el%20discurso.pdf
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