Don juan en mujer

Semanas anteriores, asistí a una serie seminarios dedicados a la figura de don Juan en la literatura, la ópera, el teatro y su posterior mito. No sólo estuve presente por motivos académicos; sino, también, para poder conocer con más profundidad la figura de un personaje que ha marcado tanto en nuestra sociedad. Sinceramente, desconocía por completo que hubiera tenido su origen en la literatura, así que estos seminarios me han sorprendido gratamente, sobre todo el primero.
Los profesionales en estas charlas se han encargado de analizar al personaje y aunque existan pequeñas diferencias entre los personajes de cada género presentado, podemos concluir diversas cosas sobre don Juan. Primero, que representa la figura de un hombre que engaña a las mujeres para obtener de ellas placer sexual, la figura del burlador como hemos tratado. Y segundo, a pesar de que de ellas sólo obtiene un placer sexual, las utiliza para poder alardear de sus hazañas. Es decir, no se avergüenza de lo que les ha hecho a esas pobres mujeres; sino que, en realidad, todo lo contrario. A consecuencia de todo ello, don Juan terminará muriendo solo, porque aquel que nunca ha amado, tampoco ha recibido amor de nadie.
Todo ello, me ha dado mucho por lo que pensar estas semanas. Y, por ende, no trataré en estas pocas páginas criticar un comportamiento del que me parece obviamente inmoral, sino de reflexionar sobre lo que representa en sí su figura en nuestra sociedad. Dejemos algo claro, la figura de don Juan perpetúa los roles de género (1) que tanto daño hacen a la mujer. No sólo porque las mujeres que se describen en la obra sean emocionales y poco inteligentes, como si se tratara de un rasgo de la personalidad innato en todas nosotras; sino, también, porque parece incuestionable que este papel sólo pueda ser realizado por un hombre. Como si nosotras fuéramos siempre la presa fácil de los hambrientos depredadores.
En este presente trabajo no pretendo culpar a don Juan de todo ello, principalmente porque es un personaje ficticio; ni tampoco culpar a los hombres, cosa que parece que sea el objetivo del feminismo (2), sino criticar algo de nuestra sociedad que me parece necesariamente criticable. Porque el mayor defecto de todos es creer que ya no cometemos los mismos errores del pasado, cuando en realidad la humanidad es experta en tropezar siempre con la misma piedra. Y aunque sean miles las cosas que se pueden criticar, me temo que ni tengo las suficientes hojas para hablarlo ni tampoco es el objetivo de este trabajo.
Con todo este pequeño sermón, lo que pretendo decir es que, por desgracia, nuestra sociedad sigue siendo machista. Y que por muchas leyes nuevas que se establezcan a favor de la mujer, no se podrá borrar de repente los miles de años de historia que han legitimado dicha opresión; debido a que el cambio no ha de ser solo legal, sino también social. Y esto es fácil de demostrar con la figura de don Juan. ¿Acaso no hemos escuchado nunca decir a nadie tal expresión como la de “eres todo un don Juan” para referirse a un hombre que conquista a muchas mujeres? O más bien, ¿acaso hemos escuchado alguna vez atribuir tal expresión a una mujer? ¿Existe tal expresión como la de “eres toda una doña Juana”? Claro que no, incluso tal expresión nos puede parecer hasta ridícula. Porque como dictan los roles de género, la seducción es solo para hombres, ¿por qué si no se tacharía de prostitutas a las mujeres que realizan tales actos parecidos a los de don Juan o de personas que se respetan poco a sí mismas?
Por esto, me encanta encontrar personajes femeninos tan potentes como María Nikoláievna en Lluvias Primaverales de Turguéniev. Ella representa lo que he estado intentando transmitir en este trabajo: la imagen de don Juan en mujer, es decir, una mujer que conquista hombres para satisfacer, no solo un placer sexual, sino su soberbia. Una mujer que demuestra que también nosotras podemos hacer incluso aquello que se ha considerado solo de hombres y no solo la seducción. Pero, a pesar de todo lo que he dicho, no estoy diciendo ahora que su personaje represente a todas las mujeres o que las mujeres debemos tomar como referencia su forma de ser o actuar – porque dicha conducta me parece tan mal en hombres como en mujeres –, sino que personajes como ella son necesarios para romper estereotipos que provienen de creencias falsas de cómo deben ser las mujeres o los hombres.
Puede que a los lectores de este trabajo les parezca que estoy exagerando; pero en el mismo instante que se cree innecesario, o poco irrelevante, hablar sobre estas cosas, se normaliza una conducta que afecta a muchas mujeres y condiciona su libertad. He oído a muchos decir que somos libres, que son estas mismas mujeres las que se condicionan a ellas mismas, porque nadie les ha prohibido nunca que realicen tales cosas. Pero estas mismas personas son las que después no tienen reparo en criticarlas, ni tampoco han experimentado nunca la presión social a que estamos sometidas diariamente. Nos tachan de sumisas, porque no tenemos más remedio que obedecer a las normas prestablecidas de una sociedad, si no queremos ser el blanco fácil de burlas o cosas peores. Muchas de nosotras tenemos miedo, miedo de no ser aceptadas por ser quienes somos en realidad y de quitarnos la máscara, con la que llevamos demasiados años, que no nos permite ser libres (3). Esto no significa que seamos débiles, solo víctimas de una sociedad que pretende ser amable, pero es todo lo contrario.
Y así es como aun sobrevive el machismo en nuestra sociedad, normalizando conductas que legitiman una opresión que ya ha durado demasiado tiempo. Y es por eso que hoy, en este trabajo, redacto estas palabras y hago una crítica a don Juan; para no olvidar la lucha de las mujeres que nos han antecedido, ni olvidar el camino que aún nos falta por recorrer para ser libres.
Notas de pie:
1. Los roles de género son las diferentes expectativas que se le atribuyen a mujeres y hombres, según su sexo, y que marcan la diferencia respecto a cómo ser, cómo sentir y cómo actuar. Por ejemplo, las mujeres son débiles y cariñosas. Los hombres son fuertes y no lloran, porque eso supuestamente es solo de mujeres. Por eso, la eliminación de dichos roles supondría vivir en una sociedad más equitativa.
2. El objetivo real del feminismo es “la toma de conciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano, de la opresión, dominación y explotación de que han sido y son objeto por parte del colectivo de varones en el seno del patriarcado bajo sus distintas fases históricas de modelo de producción, lo cual las mueve a la acción para la liberación de su sexo con todas las transformaciones de la sociedad que aquélla requiera”, como bien decía la catedrática catalana Victòria Sau i Sànchez.
3. Nos educan más conforme a nuestro género que a nuestra identidad. Desde pequeñas, las niñas son víctimas del sexismo y los padres optan por comprarle a la niña juguetes como bebés y otras cosas relacionadas con la cocina, antes de ni siquiera preguntarle que quiere o incluso sabiendo que quieren algo como un camión o videojuegos, porque claro, eso es de “chicos”. Te preguntarás, entonces, ¿no son los niños también víctimas de ese sexismo? Sí, no estás equivocado, pero mientras a los chicos se les sigue dando aviones, coches, entre otras cosas, sin cortar grandes sueños y aspiraciones, a las niñas se les da juguetes como los que he comentado anteriormente, dándole un mensaje subliminal de cuál es su rol a seguir en nuestra sociedad. Esto es solo un ejemplo, de muchos, de cómo las mujeres no son libres. Yo quiero luchar por ellas, ¿y tú?

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