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Mostrando las entradas etiquetadas como suspense

Las hijas de Baztán (capítulo 2: Juana)

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—¡Juana! Llegaremos de nuevo tarde a la iglesia por tu culpa. El padre Jorge se enfadará esta vez —decía mi madre, junto a mi hermana y mi padre. En el salón de nuestra fría y húmeda casa, la cual siempre se mantenía a esa temperatura a pesar del soleado clima de primavera, estaban todos esperándome, preocupados por si nos dejarían entrar a la misa de las siete de la tarde. —Fuimos ayer, ¿por qué tenemos que ir todos los días? —le preguntaba, aunque supiera la respuesta antes de que volviera a mover los labios. —¿A caso quieres ir al infierno? —me respondía con la misma pregunta de siempre. —El infierno no existe, ni tampoco Dios ni la vida en el cielo... Es una historia que la iglesia se ha inventado para controlarnos —afirmé, no dispuesta a dejarme engañar por aquellos miserables que decían llamarse hombres de Dios. El rostro de mi madre se volvió pálido al instante, incapaz de creer lo que salía de la boca de su propia hija decía.  —¡Blasfemia! Dios, perdónala por su ignorancia —sup

Microrreto 5: TIERRAS MALDITAS (parte 4)

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Notaba como las gotas de sudor caían por mi rostro con una lentitud exasperante y en mis dedos se empezaron a formar unas terribles llagas tras varias horas con la pala entre mis manos. El sol parecía estar difuminándose y la oscuridad empezó a acecharnos de la nada. La escena era espeluznante, pero éramos conscientes de que si parábamos, corríamos el riesgo de que algún vecino nos descubriera. —¡Está aquí! —gritó mi padre, al ver la bolsa de plástico con la que enterramos ese cuerpo. Al escuchar esas palabras, el sudor que impregnaba todo mi cuerpo se volvió frío. Y, como si los dioses nos estuvieran viendo, una tormenta se apoderó del cielo y un viento infernal empezó a golpearnos con una fuerza sobrehumana.  —Agarra esta parte de la bolsa y yo lo haré por la otra. Tenemos que apresurarnos antes de que empiece a llover un torrencial —dijo mi padre, alzando la voz para que le escuchara a pesar del ruido que hacían las ramas de los árboles ante la violenta tempestad. —¡De acuerdo! —le

LA PUERTA DEL INFIERNO (Capítulo 1)

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Era una noche de diciembre. Me encontraba encerrada en una habitación desconocida, sin apenas luz ni ventanas. No sabía que día era, o ni siquiera si el sol o la luna se alzaban en el cielo. Pero, tenía claro que allí solo me esperaba la muerte. —¡Sácame de aquí! —le rogaba—. No puedo más... Sentía que me estaba volviendo loca, esperando un final que no sabía cuando llegaría. Incluso los segundos parecían eternos. —¿Por qué me haces esto?  —le preguntaba entre lágrimas, aunque sin saber si ni siquiera me estaba escuchando. Mi cuerpo tiritaba. S olo llevaba un fino vestido de color rojo, roto además por uno de sus costados, por lo que el frío que pasaba por debajo de la puerta me llegaba hasta los huesos. Asimismo, las muñecas y los tobillos me dolían por el roce de las cuerdas que me ataban, y el corte en el muslo que me había hecho al caerme en el bosque no paraba de escocerme. Era una situación terrible, inhumana.  —¡Que alguien me ayude! —gritaba. Pero no había respuesta. Solo silen

Relato de un psicópata: El conde Guillermo (revisada)

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En el abismo de una noche de insomnio, me encontraba en mi rincón predilecto del castillo. Era una sala sin ventanas, iluminada por solo un par de antorchas y en la que se podía perfectamente oler la sangre. A mi me gustaba llamarla La habitación de los juegos .  —¡Pare, se lo ruego! —gritaba la mujer a la que torturaba—. Yo no secuestré a esos niños, lo juro —me aseguraba, mientras lloraba desesperada.  Me fascinaba escuchar sus lamentos de agonía, notar como se les cortaba la piel con un cuchillo recién afilado, ver ese líquido espeso derramarse por sus venas, entre otras muchas sensaciones gratamente estimulantes. Toda mi existencia giraba alrededor de esas cuatro paredes. Era el único sitio en el que podía sentirme vivo de verdad. —¡Gregorio, gira la rueda hasta los treinta centímetros cuando te diga y arráncale las extremidades a esta puta de una vez! —le ordené a mi verdugo entre risas. Lo estaba disfrutando—. Uno...  Era el momento de contar, uno de mis favoritos. —Yo no he hech

Especial Halloween: Caroline

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Como todas las noches del húmedo invierno de Hellwood, me encontraba delante de la chimenea de mi desolada mansión. El frío resultaba tan intenso que ni siquiera sentía el calor del fuego y mi mascota se puso a mi lado para hacerme la única compañía que tenía en aquella casa abandonada. Con la mirada al pasado, melancólicos recuerdos se proyectaron en mi mente al instante. Años atrás todo era muy distinto.  Mi esposa, Caroline, se enamoró de este hogar por el infinito alambre de rosas que rodeaban los muros de la majestuosa mansión y, como regalo de bodas, la compré para ella. Quería hacerla la mujer más feliz del mundo. — Abre los ojos  — le dije, al quitarle el pañuelo de su rostro. Al hacerlo, tapó al momento su boca con sus manos, como si no tuviera palabras para describir como se sentía.  — Alex... — ¿Te gusta?  — le pregunté, dándole un abrazo desde su espalda.  — Me encanta  — respondió emocionada, a la vez que se giró rodeando sus brazos alrededor de mis hombros para darme