Relato de un psicópata: El conde Guillermo
En el abismo de una noche de insomnio, me encontraba en mi rincón predilecto del castillo. Era una sala sin ventanas, iluminada por solo un par de antorchas y en la que se podía perfectamente oler la sangre. —¡Pare, se lo ruego! —gritaba la mujer a la que torturaba—. Yo no secuestré a esos niños, lo juro —me aseguraba, mientras lloraba del dolor. —Parece que dislocarte los brazos no ha sido suficiente... ¡Gregorio, gira la rueda hasta los treinta centímetros cuando te diga y arráncale las extremidades a esta puta de una vez! —le ordené a mi verdugo entre risas. Lo estaba disfrutando—. Uno... —empecé a contar. —Yo no he hecho nada... Créeme, soy inocente —insistía entre sollozos. —Dos... —continué diciendo, ignorando sus súplicas. —No, por favor, se lo imploro... —Es tú última oportunidad —le dije, no pudiendo contener la risa ante su desespero—. ¡Y tres! —¡No, no, no! —chillaba, mientras se desgarraba la piel lentamente. —¡No pares, Gregorio! Esto es hermoso —exclamaba, a