Relato 2: Disparo

En la confusión de una noche de tormento, me encuentro en la misma habitación con el hombre que voy a asesinar. Estamos uno delante del otro, sentados en unas robustas y viejas sillas de madera, ideales para este momento. La única diferencia es que él está sujeto de pies y manos, mientras yo estoy libre de cualquier atadura, excepto la de la venganza. Con mi mano derecha, le apunto con la pistola, esperando a que me diga esa verdad que tanto tiempo llevo anhelando. 
¿Tú la mataste, verdad? le insisto por segunda vez, sin conseguir respuesta.
Su silencio lo delata, pero necesito que lo diga en voz alta, que confiese su crimen y poder, así, dispararle sin remordimientos. Pero persiste en el silencio. Noto como me estoy impacientando y que, cada vez, me resulta más difícil controlar la rabia acumulada por los años.
¡HIJO DE LA GRAN PUTA, CONFIESA TU PECADO! grito.
Le apunto con la pistola en la frente, sin ocultar ya mi nerviosismo. Las respiraciones se aceleran, buscando un aire que no encuentro, mientras gotas de sudor caen por mi sien. "¡Mátalo!" me dice la voz de mi cabeza.
Tic-tac-tic-tac, hacen las agujas del reloj. Su ruido me parece insoportable y, cada segundo que pasa, lo percibo con más intensidad. Tic-tac-tic-tac, resuena de nuevo en mi cabeza. Pero, de repente, una luz se enciende en mi consciencia: ¿desde cuando tengo un reloj?. En ese momento, me levanto de golpe de la silla, buscando de donde proviene ese irritante sonido. 
Entonces, ese ser inmundo me sonríe. 
¡Has sido tú! aclamo sin dudarlo¡Cabrón, tú sabes cuánto odio los relojes!
Pero mi desesperación es su regocijo y empieza a reírse a carcajadas.
¡Cállate, joder!
Y, de nuevo, tic-tac-tic-tac.
¡Mierda, mierda! digo, tirando la mesa por los suelos —¿DÓNDE COJONES ESTÁ?”.
Mientras intento encontrar el reloj, el mismo recuerdo de siempre aparece en mi mente.
***
Estoy con mamá en una sala de espera cuando, de pronto, la llaman por teléfono. Parece algo nerviosa y, con el móvil en la oreja, va caminando de una punta a otra de la sala. Entonces, gira su rostro hacia mi, mientras unas lágrimas caen por sus mejillas. Cuando la veo acercándose, tengo un mal presentimiento.
Quédate aquí sentado cariño, volveré en seguida me dice.
Pero nunca volvió. Pasé horas esperándola en una sala que, más allá de unas pocas sillas, destacaba por el prominente reloj colgado en la pared. Tic-tac-tic-tac, resonaron las agujas durante al menos cuatro horas. Pero que, con tan solo nueve años, me pareció una eternidad.
***
Después de eso, lo único que recuerdo es ver a mi padre con un policía. Me estaban buscando desde hacía días, siendo mi madre la principal sospechosa de secuestro. En cierta parte era verdad, me había cogido de la cama en medio de la noche para irnos del país. Sabía que la podían denunciar, pero no tenía alternativa. Era escapar o morir. Mi padre, un bebedor acérrimo, le pegaba palizas hasta dejarla inconsciente. Yo no era el objetivo de su ira, exceptuando las ocasiones que me interponía para ayudar a mi madre, pero eso cambió cuando desapareció. 
Tú mataste a mamá le dije.
Las lágrimas brotaran sin cesar tras revivir de nuevo aquel doloroso recuerdo. Pero, aun así, el miserable demonio que se hacía llamar mi padre, no paraba de reírse. 
¿QUÉ HACE TANTA GRACIA? exclamé, con una rabia que parecía explotar en mi interior. 
Tu madre no se murió me responde él, intentando contener su risa. 
No lo niegues contesté apretando el puño—. Sé que fuiste tú quien la llamó ese día. La amenazaste con hacerme daño y para protegerme, se sacrificó por mi”.
¿En serio no se te ha ocurrido nunca que, en realidad, la puta de tu madre se escapara sin ti? —me pregunta con cierta ironía.
Sus palabras me dejan sin habla, clavándose en mi corazón
Te abandonó y te dejó conmigo, sufriendo las consecuencias —insite.
Pero mi cabeza no lo procesa.
Se fue con su nuevo novio para empezar una nueva vida, de la que tu ya no formabas parte —continua diciendo—. Le recordabas demasiado a mí, con esa nariz y esos ojos.
"No puede ser" me digo a mi mismo, atónito por lo que me está diciendo mi padre.
Ni podía mirarte a la cara.
"Cállate" pienso, no quiero oír más.
Como te va a querer nadie, si no te quiso ni tu madre —persiste para hacerme dañoDas pena.
De forma impulsiva, le pongo la pistola en la boca.
Te juro que si dices una palabra más de esa asquerosa boca que tienes, te dispararé en la cara hasta que nadie te reconozca le digo con una furia que me arde por dentro.
Y de nuevo, risas y más risas. 
Toda esa violencia, esa rabia... quieres negarlo, pero somos iguales me dice, burlándose de mí.
Intento controlarme, no quiero caer en su anzuelo, comportarme exactamente como él espera. Pero no puedo.
Algún día, tendrás una pareja y te dirá lo mucho que te quiere. Pero te será imposible confiar en ella. Le empezarás a mirar el teléfono y a prohibirle que se vea con amigos, pero nunca será suficiente. Cada día será una nueva discusión, primero solo explotas pegando a la pared o rompiendo platos. Pero, entonces, llegará un día que, sin querer, le pegues una bofetada y, después, otra y otra y otra. Has aprendido a gestionar los problemas sólo con golpes. Así lo aprendí yo de mi padre, y así lo has aprendido tú de mí. Es norma... 
Entonces, disparé.
Años más tarde...
—Hola, papá —le digo a través del telefonillo, mientras nos miramos de nuevo frente a frente, pero ahora a través de un cristal.
—¿Qué haces aquí? —me pregunta con la mirada llena de odio.
—Estoy aquí para decirte que te perdono —le digo, produciendo en él una cara de desconcierto—. Sabes, cuando disparé esa noche rozándote la mejilla, me di cuenta que si seguía con esa rabia, la misma con la que me estás mirando ahora mismo, acabaría como tú —respiré hondo—. Con esto no me refiero a que nos reconciliemos, esa posibilidad pasó hace ya demasiado tiempo. Quiero decirte que he superado todo el daño que me causaste. 
—¿Has venido a regodearte? 
—No. He venido a decirte que además, tienes un nieto. Es el niño más dulce y bonito del planeta, y es lo que más quiero de todo el mundo. Me da lástima pensar que fuiste incapaz de invertir esa cadena de odio y que te hayas perdido, lo que seguramente hubiesen sido, los mejores años de tu vida.  

Crime Scene Experience - Seven Events



Comentarios

  1. ¡Hola, Berta! Tremendo relato, sobre todo hasta el momento del disparo. Has logrado una atmósfera asfixiante, con ese tic tac agobiante que me recordó al corazón delator de Poe. Una historia que va mostrándose mediante giros que te clavan a la pantalla. Que si es su padre, la duda que le provoca, el discurso con la "lógica" del maltratador. Realmente fantástico en cuanto a ejecución y planteamiento. ¡Enhorabuena! Saludos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola David! Muchas gracias por tus palabras! La verdad es que he disfrutado mucho escribiendo este relato y me alegro que te haya gustado. He intentado, como dices, reflejar como el dicurso del maltratador influye en la mente de su víctima.
      Aún así, no estoy del todo contenta con el final, creo que más adelante me lo volveré a leer para reflexionarlo mejor.
      Un abrazo!

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Relato: Tú y yo

Relato de terror: Reflejo

Mentes entrelazadas: Capítulo 1