Las hijas de Baztán (análisis de personajes: El conde Guillermo)

Después de que Ismael El Grande consiguiera la cabeza del hermanastro de Pedro I de Castilla, Enrique de Trastámara, con quién se disputaba el trono en la Batalla de Naverrete, el monarca le concedió el honorable título de conde de Villena. Desde entonces, la familia gozó de un gran prestigio por su conocido talento en los campos de batalla; y, por ello, los varones, sobre todo los primogénitos, eran instruidos en el manejo de la espada y el liderazgo, destacando valores como la lealtad, la valentía y el honor. En el desarrollo de un linaje impecable, nació Guillermo, un niño que tenía la mano derecha inmovilizada debido a una deformación congénita severa. En consecuencia, su padre, Fernando de Villena, lo abandonó junto a su madre Dominica, a la cual culpaba de haber traído al mundo tal deshonra, para evitar así la crítica pública y la vergüenza que supondría para la reputación de la familia.

Para ocultar la verdad, se hizo correr el rumor que tanto la madre como el hijo murieron en el parto y los destinaron a uno de los suburbios más pobres y marginados del condado. A causa de ello, su madre se vió obligada a tener que prostituirse para poder sobrevivir y repudió a su hijo durante el resto de su vida, al considerarlo el causante de toda su desgracia. Condenado a la miseria desde su nacimiento, Guillermo fue maltratado e incluso casi asesinado por su propia madre; la cual, acabó muriendo finalmente en la hoguera, condenada por brujería al descubrir que fabricaba potentes venenos. Al límite de la desnutrición, Guillermo decidió ir en busca de su padre para salvar su vida, pero se encontró que este ya había formado una familia y que, además, adoraba a su hijo Samuel, un niño que gozaba de salud y talento. Esto le generó una gran envidia y elaboró entonces un plan para asesinar a su hermanastro, creyendo ingenuamente que volvería a recibir la atención y el afecto de su padre una vez Samuel desapareciera.

Ante la necesidad urgente de encontrar un sucesor que continuara el legado familiar y la imposibilidad del conde para poder engendrar más hijos, después de que en una guerra perdiera los testículos, Fernando se vió obligado a recudir a su hijo tullido y ordenó a sus escoltas que lo buscasen hasta encontrarlo. De esta forma, Guillermo consiguió recuperar su apellido, aunque no así el amor de su padre, puesto que, a sus ojos, su primer hijo seguía siendo la manzana podrida de la familia. Tras el paso de los años, Guillermo, que solo conoció el odio y la tragedia durante toda su vida, se convirtió en una persona fría y cruel, sobre todo con las mujeres, a las que cargaba toda su ira por el pasado con su madre. Es así como, después de la muerte de su padre, dado a una enfermedad que padeció desde que perdió a su hijo predilecto, Guillermo heredó las tierras y se convirtió en el nuevo conde de Villena. Durante su mandato, los juglares dieron voz a su deformidad, haciéndose conocer entonces por el nombre de Guillermo El tullido, lo que le llevó a esconderse de la vida pública y ocultara su mano tras un guante. Todo ello, acarreó que su ira y frustración aumentasen hasta límites insospechados, por lo que no solo continuó descargando su rabia contra las mujeres, sino que además emprendió un papel muy importante en la persecución y caza de brujas, pudiendo así torturas y asesinar a un sin fin de mujeres inocentes; acusadas injustamente por un hombre que despreciaba y aborrecía a las mujeres por el simple hecho de serlo. Asimismo, convertido en un hombre despreciable y ruin, el nuevo conde de Villena se hizo conocido en la alta sociedad por los eventos que él mismo apodó como 'El circo', pues exhibía a todo tipo de animales y humanos grotescos para que se enfrentaran entre sí en una batalla a muerte; para así, entretener y divertir a la nobleza, mientras la sangre de más inocentes se derramaba en el escenario de arena. 




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