The flowers of devil (parte 1)

 Hay una chica en mi instituto a la que no puedo dejar de mirar. No especialmente por su belleza ni tampoco por su forma de ser, o puede que sí. Estoy confundido. Solo sé que ella es especial, diferente a todo lo que nunca antes haya visto. Puede que sea eso lo que me atrae de ella.

Abrid el libro en la página 60, por favor pide amablemente la profesora de matemáticas.


Algunas clases me quedo perdido entre mis pensamientos, preguntándome qué es lo que le pasará por su cabeza. Sus ojos, aun aparentemente vacíos, me inspiran tristeza. Pero no una cualquiera, sino de aquellas que consumen el alma hasta dejarte sin nada. Desnudo.


Mira que hace esa… me susurra mi mejor amigo en la mitad de la clase, al mismo tiempo que me señala, con una discreción fallida, la chica que no solo tenía al lado, sino también en mi mente.


Estaba leyendo un manga. “¿Shuzo Oshimi?” leí en la portada de aquel extraño y pequeño libro, el cual parecía llamarse The flowers of evil. “¿Lo lee en inglés?”, pensaba mientras la veía absorta en su pequeño mundo. “¿Por qué le gustará tanto?”. Mi madre siempre me obligaba a leer libros “normales”, por lo que nunca pude saborear un cómic entre mis manos en los quince años de mi existencia. En ese instante, sentí cierta curiosidad por algo que sabía que no me aportaría ningún beneficio o logro académico. Era la primera vez que quería hacer algo por pura diversión. Aun así, escondí mi interés y me reí junto a mi compañero.


¿Quieres venir a mi casa a estudiar? me preguntó Helena, la chica más guapa de la clase, después de que sonara la campana.


Era lo que se puede decir atractiva, con su melena oscura y sus ojos verdes, y en cierta parte entendía por qué la mayoría de los chicos estaban colgados por sus encantos, pero a mí su existencia me parecía puro aburrimiento. Era superficial, arrogante y, sobre todo, una hipócrita. “¿Acaso no lo soy yo también?”, me decía a mi mismo. “¿No somos todo lo mismo?”. Una masa uniforme arrastrada por la podredumbre.


Mejor otro día Helena, tengo algo que hacer hoy le dije, soltando mi brazo de entre sus escurridizas manos-. Adiós.


Empecé a correr como nunca antes lo había hecho en mi vida, ni siquiera dije nada a mis amigos. Habíamos hecho planes, pero mi mente estaba enfocada en otra cosa. Quería uno fuera como fuera y, en todo el pueblo, solo había una tienda que vendiera ese tipo de cosas. Una vez llegué, me quedé delante de la puerta con cierta indecisión. Sabía que si mi madre supiera que estaba allí y no estudiando, se enfadaría; y si mis amigos me vieran entrar en ese lugar, también sabía que se burlarían de mí. Estar en ese pequeño comercio, por muy absurdo que pudiera parecer, sería como rebelarme ante toda esa fachada de aparente perfección que había construido a mi alrededor. Me daba miedo romperla, pero al mismo tiempo quería escapar de las cadenas que me ataban al mundo. Yo siempre había hecho lo que mis padres y la sociedad me habían dictado como correcto, pero hoy estaba dando un paso que solo yo quería tomar. Por muy pequeño que fuera.


¿Tienes por casualidad un manga llamado The flowers of evil? le pregunté algo avergonzado.


Sentía que mi vida empezaba.





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